La
codicia de la mayoría de políticos de turno es tan grande, que muchas veces no
les permite ver el daño que le causa a la población que “representa”.
En
1979 el Gobierno de Julio César Turbay le dio una concesión a las compañías
Conicol S.A y Billington Overseas Ltda., para la extracción de metales a cielo
abierto en el Cerro Matoso, el cual se
encuentra cerca al municipio de Montelíbano (Córdoba). Aquellas tierras que comprenden
el Alto San Jorge, han sido habitadas desde hace cinco siglos por los indígenas
del pueblo Zenú y luego por campesinos mestizos los cuales vivían de sus
cosechas de maíz, arroz, ñame, yuca y una gran variedad de siembras frutales.
Con la llegada de estas multinacionales al lugar, se presentaron las
incomodidades para los indígenas, contaminación auditiva con las explosiones en
la montaña y la maquinaria pesada trabajando, problemas respiratorios por culpa
del polvo que generan estos procesos, la emanación de partículas toxicas con la
extracción del níquel y la intoxicación de sus ríos. Por si fuera poco, si la
vida de los indígenas se ve afectada, el presente de un centenar de
trabajadores de la compañía ya está echado: cáncer, perforaciones de tabique,
dermatitis severa, sordera, asma, trastornos de columna y enfermedades
citogenéticas están matando a la gente.
La
multinacional siempre ha negado los impactos ambientales y físicos que ha
causado la explotación de Níquel en Córdoba. Incluso, según lo relata el
abogado Javier De La Hoz, hace un año las dos partes (los habitantes y la
multinacional) se sentaron para promover un estudio ambiental en la zona. La
propia compañía fue la que propuso a la Universidad del Norte para
realizar los análisis, pero cuando los investigadores enviaron el
proyecto de cómo iban a realizar el procedimiento, Cerro Matoso S. A. no avaló
el proyecto ni se volvió a sentar con los habitantes. Todo indica que la
compañía minera avala sus pruebas ante el Ministerio del Medio Ambiente
enviando resultados que dicen que el aire de Montelíbano contiene 10 micras de
contaminación del metal, lo que los salva en Colombia, pero niegan someterse a
exámenes más estrictos avalados internacionalmente los cuales tan solo permiten
que el aire contenga apenas dos micras de material particulado.
En
la película “Pu-239” podemos ver una situación similar, Timofey, el actor
principal, es un trabajador de una
planta de energía nuclear en la Rusia postsoviética de 1995. Después de haber
estado expuesto a una dosis letal de radiación mientras intentaba evitar una
catástrofe en la planta, Timofey se entera de que las autoridades le mintieron
sobre el tiempo durante el cual estuvo expuesto y que le quedan sólo algunos
días de vida. A las autoridades de la planta, así como a las de Cerro matoso y
al ministerio del medio ambiente pareciera que solo les interesara la
generación de utilidades y la protección del buen nombre de su empresa,
continuando con esta cultura del intercambio de favores y del hacer la vista
gorda por un poco de dinero.
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